Los humanos creemos que nuestra intuición para la estadística es buena, pero no lo es en absoluto. Os podéis poner a prueba con el problema de Monty Hall o el caso de Linda y muchos otros ejemplos.En los juegos de mesa me encuentro a menudo con problemas derivados de esto. Sobre todo a la hora de repartir roles ocultos. Se oyen argumentos del tipo «como ya me ha tocado ser lobo tres veces seguidas, es imposible que me toque una cuarta vez». Que sí, que a veces no es más que picaresca lupina para evitar ser descubiertos, pero sé que muchas otras se reduce al desconocimiento de cómo funciona la estadística. ¡Que son sucesos independientes, carallo!
Todas las navidades organizo un amigo invisible con mi familia mediante una web que selecciona al azar a los regaladores y los regalados. Los cuatro últimos años le había tocado a la misma persona regalarme a mí (no es que la aplicación lo dijese, es que al final se acababa sabiendo por comentarios de unos y de otros). Los regalos que yo recibía eran de los mejores. Los comentarios, medio en broma, sobre mi supuesta manipulación de los resultados sonaban cada año más convincentes. ¿Sabéis qué hice el último año? ¡Trampas! Hice trampas para no parecer tramposo. Le dije a la aplicación que no sortease completamente al azar, sino que prohibiese que el repetido emparejamiento se volviese a dar. ¿No es irónico? ¿Me habré convertido en un personaje oximorónico de mi propio juego, el Tramposo honesto?
Eres un grande! Tramposillo, pero grande, carallo!!!!