Ser diferente en el patio de recreo
Los podcasters se conectan. Se pierde la conexión. Dos veces. Se saludan, pero no se oyen. Podcasters bajo el yugo del latrocinio de las comercializadoras de Internet. Parece que ya. ¡Hola!
Son cuatro o cinco, desde sus casas, armados con cervecita, unos laptops modernos y los cascos de jugar al Call of Duty VII: zombies in your gardenTM. Con varios minutos de retraso empieza la emisión.
Ay no, se ha caído uno otra vez…
I
Como los YouTubers somos mucho de compartir nos cuentan a qué han jugado recientemente y sus impresiones. Lo habitual de los que estamos ávidos de reconocimiento y cariño cibernéticos. Hemos jugado muchísimo en el último mes y opinamos con ecuanimidad y valentía. El que esté libre de pecado…
Pues resulta que uno de los frikis se ha comprado el Sicily II de la serie OCS1. Y lo que es peor: le ha gustado.
Pero el resto de frikitillos, claro, no lo entienden. Y lo que es peor: no hacen el esfuerzo por entender o, sencillamente, no parecen capaces de asimilar un gusto distinto al propio.
Y volvemos, pues, con la constante. Se ríen porque el juego (un encarte en una revista) no incluye las reglas2, se ríen porque la campaña es muy larga (unas veinte horas), se ríen porque el tablero es de papel, se ríen porque las fichas son feas…
Pero ninguno parece dispuesto a jugar el escenario de iniciación.
II
Y vuelvo a descubrirme como un abuelo cebolleta. Parece que el podcaster/YouTuber/blogger es siempre un tío de ideas firmes (casi bien aquí), combativas (no tan bien) y diferenciadoras (mal, mal aquí) que sabe cómo es el jugón y a qué debe dedicar el tiempo.
¿Hay un perfil de jugón?
Lo dudo. Y me sorprende ya no sólo que lo insinúen, sino que se critique lo que se aparta de la norma.
El principal problema, si lo es, es el anunciado en mi primer artículo. Se encuentra inconcebible un producto cuyo disfrute no sea fácil e inmediato y casi se tilda de idiota al tío paciente que lo disfruta.
* * *
Conste que exagero para resaltar mi denuncia: el tono de la conversación es amigable. Se trata de gente que se conoce, que se tutea. Debe ser entendido como una broma de grupo. No creo que el wargamer se sienta mal en ningún momento.
Yo tampoco me he sentido mal al ver el vídeo. Mi humor es faltón y desconsiderado3. Pero, ¿puede ser que la broma sea siempre a costa del que se esfuerza más, sobre el que no tiene inconveniente en invertir tiempo en aprender y en enseñar? ¿Puede ser que la palmadita y el «welldonedude» vayan siempre a lo fácil o es una impresión mía?
Va, es falsa molestia. Sé que no es una impresión.
– – –
- Publicado por Multiman Publishing
2. Disponibles en la web, evidentemente.
3. No llevéis a vuestros hijos a la mesa donde juego: suelto estiércol por la boca, creedme.
¡Vivan las fichas feas y los mapas simples!
¡Abajo las partidas de una tarde!
Habría mucho que discutir sobre por qué un juego largo y complejo, pero sobre todo largo, crea animadversión automática entre el círculo social (de otros jugones y también de no jugones, es decir, la familia) de aquél que se lo ha agenciado recientemente o bien, ¡oh, anatema!, incluso hasta pretende jugarlo y no sólo lucirle el lomo colorido en la ludoteca… ¿Cuántas horas puede llevar «petarse» cuaquier videojuego de última generación?
En la era de los hombre sin tiempo y llenos de responsabilidades, tomarse veinte horas para mover fichas de cartón sobre un mapa de papel hexagonado bien puede parecerles a muchos (y muchas) una falta de responsabilidad o ausencia de compromiso de orden mayúsculo para con otras causas más, digamos, ¿»respetables»?
El wargame en particular, el juego de mesa en general, te roba del mundo durante cinco, diez, veinte horas, y no sólo a ti, a otros varios compañeros «de armas». Y no sólo te roba del mundo todo ese tiempo, por lo común, te secuestra también de casa. Eso es mucha tela. Eso es demasiado peterpanesco como para tolerarlo con una abierta sonrisa…
El mundo adulto, tal y como nos lo han vendido, se pone a temblar y nota los pies de barro si te robas de la realidad y te secuestras de casa a partir de las dos horas…
Juan Milano, defensor de las causas perdidas, azote del poder lúdico establecido.
Cuando la toman con uno no paran en todo el programa, jajajaja.