Con quién jugar… y con quién no.

Hay gente con la que puedo tomarme una cerveza pero con la que no puedo jugar. También hay personas con las que juego muy a gusto y me aburren lejos del tablero.

A muchos les pasa lo mismo conmigo, claro.

I

Podría pensarse que en los llamados «juegos de reflexión» (para diferenciarlos del churro mangotero y la petanca, supongo) se puede jugar con cualquier individuo que conozca las reglas. No es así.

Jugar es una actividad social y, por lo tanto, sujeta a diferentes expectativas / necesidades y/o estilos. Puede gustarte el hip-hop pero disgustarte cómo rapea Eminem, por ejemplo.

Para mí es más importante con quién juego que a qué juego pero no todo el mundo me vale para jugar a cualquier juego. ¿Me convierte en una prima donna o acaso estoy sumido en un mar de contradicciones? Seguramente solo os estoy reconociendo que soy casi tan humano como vosotros.

II

Hay jugadores que tienen el juego como excusa para charlar. Hay jugadores a los que les molesta que se charle. Hay tipos a quienes se les agría el carácter en cuanto tocan un mipel y gente incapaz de memorizar reglas. Hay come-orejas que intentan llegar a un acuerdo en una partida de ajedrez y hay quién se ofende cuando intentas negociar con un tercer jugador.

Mis preferidos son los que se ofenden cuando otro roba el recurso que necesitan. (Procuro ser el «otro», claro).

Hay otros problemas: la flexibilidad o falta de ella a la hora de ajustar agendas. Hay gente que juega mucho y gente que juega poco. Los hay que se estudian el reglamento en casa y otros quieren aprender jugando. Los hay que ofenden a sus contrincantes con sus bravuconadas.

III

En los wargames hay jugadores historicistas (que no harán nada que no hiciera, a su modo de ver, su contra parte histórica), peliculeros (que se documentan con filmes como Rambo o Depredador); jugadores que buscan ganar a cualquier precio, los que quieren reproducir paso a paso una campaña; los que estiran las reglas; los que se ofenden cuando rehaces un movimiento; los que hacen bromas y los que se sujetan la cabeza con mirada vidriosa interiorizando la posición de cada ficha… El listado sería interminable.

Debe haber sintonía entre los jugadores y no está de más que se hable, de manera civilizada, sobre qué espera cada jugador de una partida. Especialmente si estáis pensando en montar un juego multi-jugador largo o un monster-game en toda regla. Así que: elegid bien a vuestra pareja (o grupo) de baile.

Y ahora, venga, sinceraos: ¿qué os saca de quicio de un oponente?

2 Comentarios

  1. Fantástico Juan, como siempre. Tengo amigos con los que me llevo genial, pero con los que odio jugar a algo que no sea un party, ya que su comportamiento no varía nunca, independientemente del tipo de juego del que se trate. Si el juego requiere un mínimo de concentración, o planificar una jugada, se aburren, pues entienden que los juegos son solo una escusa para estar continuamente soltando bromas y reírse. No conciben que jugar a un juego pueda ser un divertimento «serio». Luego está el que se lo toma todo de cachondeo, e intentan hacer trampas, como si estuviera haciendo algo gracioso. Y no le digas nada… que sino te echa en cara que te tomas el juego muy en serio.

  2. Bravo por esas primeras dos líneas, ¡tal cual!

    A mí no me gusta que la gente se queje de que el juego está desequilibrado en su contra y menos durante la primera partida. Es más, si así fuese, deberían alegrarse por tener la oportunidad de ganar desde el lado débil, que tiene más mérito. Y los distraídos de móvil… ¿a qué estamos? ¿A jugar o a mirar el móvil? Mira que jugar es algo serio.

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